Lisboa, guapa y rica

Existen ciudades de celebración para ir con tus amig@s y llenarte de carcajadas, hay otras que te devuelven la calma en tus momentos más estresados. Están las que te transportan a tu niñez y huelen a platos del pasado, otras que duelen mucho y por otro lado, las que sanan.

Lisboa te conecta con lo más sensible de tu alma, si dejas que la vulnerabilidad se apodere de ti durante unos días. Tiene un halo de melancolía, belleza tradicional y lucha que te cautiva por completo.

Reconozco que cuando mi chica me contó su proyecto en Portugal, enseguida pensé en apuntarme a su taller de escritura. Mi impulsividad y el deseo de pasar el mayor tiempo posible juntas, no dejó espacio a mi necesidad.

Ella que es tan perfeccionista y exigente, no dejaba de preparar planes para esos días con la mayor ilusión y nerviosismo. El verla tan atareada me hizo cuestionarme si posiblemente mi deseo era otro, así que me senté en nuestro sillón favorito y callé.

A veces nos dejamos llevar por el ritmo de nuestra cotidianidad y no reparamos en nosotras mismas. Soy muy rápida analizándome, mis años de terapia me ha costado, y enseguida supe que necesitaba reparar ciertas piezas para empezar el año con fuerza.

El 2018 había sido muy duro, demasiado… y quizás conectar conmigo y llenarme de momentos a solas era lo que necesitaba en estos cuatro días.

Sabía que quería un destino cerca, con costa, buena gastronomía y lugares interesantes que visitar a pie sin necesidad de coger un coche. Me gusta perderme y pasear, ¡y me hace tanto bien!

Minutos después ya tenia mi destino, Lisboa. Era perfecta para suplir todas mis necesidades, una ciudad que ha renacido con tanta fuerza y luz después de un terremoto histórico, tenia muchísimo que enseñarme.

Cogí mi billete en Tap que es una aerolínea portuguesa con muy buenos precios. Tienen varios vuelos al día y en caso de retraso o vuelo cancelado siempre te dan buenas opciones para resolver cualquier contratiempo. (https://www.tapairportugal.com/en)

Quería un hotel especial, y ya que me estaba regalando unos días para mimarme, la tranquilidad y la belleza eran imprescindibles en mi elección.

Casa do Barao es un hotel boutique con doce habitaciones que parece haber guardado en secreto su existencia generación tras generación en la ciudad portuguesa. Siento destapar uno de sus bienes más preciados pero creo que lugares tan especiales como este merecen ser compartidos y estoy segura de que sabréis guardar el secreto. “La Casa del Barón” está rehabilitada para hacerte sentir que existen espacios para dejar tus pensamientos en la entrada, y recuperarlos después de haber descansado cuanto necesites.
(http://casadobarao.com/casa-do-barao.html)

Después de haber dormido ocho horas y desayunar como una baronesa hambrienta, cogí mi mochila y me perdí entre sus calles. Esa es la mejor forma de hacer turismo, ¿no creéis?

Hay una tienda preciosa, que ha querido hacer de los mejores productos de todos los tiempos en su país un negocio familiar muy hermoso. Se llama A Vida Portuguesa (https://www.avidaportuguesa.com)

Me gusta cómo muestran humilde y cuidadosamente los productos atemporales de un país con mucho gusto por la vida.

Mi fisioterapeuta Raúl, me recomendó visitar un ascensor sumamente bello para ver una de las mejores vistas de la ciudad. Santa Justa es un ascensor de hierro del año 1902 único en la ciudad, que se inspiró claramente en la Torre Eiffel. Realmente mereció la pena subir y asomarse a la terraza para ver una capital llena de edificios de colores por sus fachadas de azulejos esmaltados, lo que hace de cada rincón un lugar único.

Hacía un día estupendo, y ver el sol reflejando la costa hacía que esa imagen pareciera sacada de una postal.

Ay Portugal, tan vecina y tan desconocida…

Visité una de las iglesias mas impactantes de mi vida, La Iglesia de Santo Domingo.

Supe que es del siglo XIII, y que sigue en pie después de un terremoto, un maremoto y un incendio, así que es digna de ser visitada y admirada. Su aspecto tétrico y sobrecogedor, pero al mismo tiempo cautivador, hace que te quedes inmóvil observado sus paredes oscuras y sus enormes columnas calcinadas. Ha sobrevivido estoicamente a fenómenos naturales tan devastadores que han hecho de esta Iglesia algo lúgubremente bello. Como nuestras cicatrices pasadas, que podemos convertirlas en lo más atractivo de nosotr@s si nos lo proponemos y resistimos en el intento.

Después de comer un buen pescado fresco con verduras al vapor, como una baronesa exhausta y de morro fino en el Restaurante Cervejaria Liberdade (https://www.tivolihotels.com/es/tivoli-avenida-liberdade-lisboa/restaurants/cervejaria-liberdade), me dirigí al Castillo de San Jorge, que bajo mi opinión personal tiene las mejores vistas de Lisboa.

Subí por esas calles en cuesta, que me hicieron sentir que las clases de Yoga estaban haciendo efecto. Las agujetas siempre me hacen sonreír de forma orgullosa.

Hacia un viento tremendo, y la enorme bandera que ondeaba en lo alto del Castillo provocaba un ruido tremendo, parecido a los fuegos artificiales.

Subí a las dos torres agotada, y contemplé el foso mientras me imaginaba historias de todo tipo ocurridas allí mismo. Las películas y novelas históricas siempre me han enganchado y excitado sobremanera. Después de fotografiar a los pavos reales de color azul, las vistas y a mí misma, regresé al hotel a por una cerveza bien fría de tamaño enorme, que ellos llaman “caneca”.

Siempre que voy a Portugal duermo como un bebé y lo de madrugar no se produce de forma natural, así que pongo la alarma (Barbra Streisand – The way we were) para hacer mi sesión de Yoga matutina.

Desayuno todo lo que puedo, porque el buffet no puede ser más apetecible y lo de “poquito para ir ligera” no siempre funciona. Productos orgánicos y una mesa impecable hace que me entretenga más de lo normal, pero también decido la ruta a seguir en ese nuevo día.

Cojo mi mochila y me dirijo al barco azul que hace una ruta sencilla por 14 euros/ida hacia Belém. Salen varios desde la plaza de Europa, pero hay un barco  pequeño que va despacito; y sin duda, el viaje es para que disfrutes del sol, de las vistas y el paseo. A veces los planes más simples son los mejores y los que recuerdas con más cariño, con la edad es algo que he aprendido muy gustosamente. Cuando llego a Belém, que es una torre declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, me llama la atención lo bonita que es y la cantidad de funciones importantes que ha tenido para ser tan austera. Sirvió como defensa de invasores, prisión, faro e incluso como puesto de recaudación de impuestos para todos los barcos que llegaban a la ciudad en el año 1500.

Como el jardín botánico tropical estaba cerrado decidí ir al museo Maat, cuya estructura y color blanco me recordó al aeropuerto de Bilbao. Dentro había una exposición de un artista japonés muy interesante. Cuando le ofrecieron el espacio para exponer su obra, la única condición fue que debía ser una sola pieza, y él lo utilizó de una forma muy inteligente. Su denuncia social en este caso, es la cantidad de objetos que son tirados al mar diariamente de manera alarmante. Así que recogió durante meses basura tirada al agua que baña Lisboa y creó una composición enorme, que logra cuestionarnos el tipo de personas que somos al maltratar de este modo el planet

Más tarde comí una ensalada en una terraza junto al museo, que tenía unas vistas realmente relajantes. El sol volvía a acompañarme un día más.

Sentir el calor en mis mejillas mientras cerraba los ojos y escuchaba graznar a las gaviotas, no tenía precio. Hablé con mi chica y me contó como una niña que todo estaba saliendo genial en su recién estrenada aventura. Ella estaba comiendo en la playa contemplando el océano, y yo junto al río que desemboca en él, pero el estado de paz y felicidad era un sentimiento mutuo que me provocaba una enorme sonrisa.

Supe entonces que la idea de darme esos días llenos de respiraciones en calma, fados, fotos y sonrisas cómplices conmigo misma había sido todo un acierto.

Volví caminando hacia el hotel (ese día mi reloj marcaba 19 km) y pude ver uno de los atardeceres más bonitos del año. Entiendo que siendo 24 de Enero no tiene mucho mérito, pero ese concretamente era muy especial. Era mi atardecer, mi ciudad, mis días, mis calles y mis recuerdos.

Estaba orgullosa de haberme sabido leer y haberme mimado como siempre hago con el resto, desde lo más profundo de mi corazón. Me cuidé con todo el cariño que merecía y sentí ese amor propio que está creciendo a pasos agigantados.

A menudo me planteo mi vida como un queso del “Trivial Pursuit”, donde cada porción es igual de importante que su vecina. La familia, el amor, los amigos, el trabajo, las metas por alcanzar… y yo; es decir, el mío.

Podemos tener varias porciones, por supuesto, pero no debemos olvidar la nuestra, que única y exclusivamente nos pertenece a nosotras, y que si la desatendemos la descompensación hará que perdamos el equilibrio y nos olvidemos de nuestros sueños, para dar paso al drama, la decepción y las frases como: “me siento como una mierda, estoy fatal, no puedo más…”

Así que recomiendo a todas las personas que lean mi blog, que se mimen, se regalen unos días y se pierdan por las callen de cualquier ciudad para llenar su porción de queso más preciada, la nuestra.

Y a ti mi querida Lisboa, como decía mi abuela Juana:

”Si eres guapa y eres rica, qué más quieres Federica”