Hoy estoy como el tiempo

Hoy estoy como el tiempo. Fría, nostálgica, sin gracia y con ganas de calar hondo, muy hondo.

A veces la lluvia te da el beneplácito de ponerte tonta, tristona y melancólica. Reconozco que también disfruto de esos momentos, “la vida no es siempre jauja” que diría mi madre. Cuando el tiempo está feo, es bonito y placentero también.

Llevo unas semanas más estresada, sensible e intensa. Si normalmente ya lo soy, describirme así significa que, honestamente, estoy insoportable. Es algo absurdo, ya que al final es inevitable y acabas aguantándote y quizás lo que es peor, también le toca hacerlo al que está a tu lado.

Reconozco que ha sido muy fácil resguardarme del frío entre bromas y sonrisas, pero últimamente hasta eso se me hace bola. No me apetece sonreír porque sí,  sólo porque nos han enseñado a que cuando hace mal tiempo te pones unas botas, el abrigo, un paraguas y la sonrisa hasta que llegues a casa, cruces la puerta y puedas permitirte decir: “Vaya mierda de día”.

Tendemos a saludar con un –“Hola, ¿cómo estás?”– y a contestar con un –“todo bien”– El día que respondamos – “Hola, de puñetera pena”– o saquemos una foto triste en Instagram (ojo que podría ser, que no cunda el pánico) ¿nos sentiremos mejor con nosotros mismos o simplemente conseguiremos un “pin a la sinceridad” y un montón de likes? ¿Estaremos preparados para algo así?

Seré sincera, a mí también me gusta la irrealidad y un mundo virtual absolutamente falso pero muy atractivo, el de los perfiles de color de rosa. Supongo que es algo parecido a los programas de entretenimiento, no pretenden educar sólo amenizar los ratos libres. Evadirnos de la realidad y soñar también es beneficioso, pero estamos alimentando una tercera dimensión que cada vez tiene más poder y fuerza, aunque no sabría decir si vamos cuesta abajo y sin frenos en este terreno. Ya os había dicho que estaba intensita…

¿Por qué no nos cuesta nada gritar en mayúsculas en las redes y quejarnos de cualquier situación, pero jamás lo haríamos para hablar de nosotros mismos? ¿Por qué nos cuesta tan poco criticar a los demás sin cortarnos un pelo, y nos parecería imposible hablar de algún error que hemos cometido en nuestro día a día?

Hace poco leía una noticia absurda sobre mí que decía algo así como: “Monumental pelea a gritos entre Nagore y su pareja que parecen tener problemas”. Pero qué tonterías tengo que leer a lo largo de mi vida y sobretodo en mis últimos años. Jamás he discutido acaloradamente en la calle con nadie. Además de ser absolutamente falso, dar por hecho que si una pareja discute es sinónimo a tener problemas es lo más tonto del mundo. Pero señor@s que hay días que discuto sola, ¿cómo no lo voy a hacer con el que tenga al lado, ya sea pareja, amigos, familiar e incluso perro? ¿Eso es tener problemas?

Para empezar, sí, discuto,  a veces acaloradamente y otras veces de forma tranquilita. Hay días en los que te obcecas en tonterías y algunos otros en cosas serias, para qué engañarnos. Pero claro, del mismo modo que vende la felicidad extrema, también el conflicto ficticio. El arte de criticar como canta Fangoria :“Malgasto mi talento destrozando a los demás, propagando mil mentiras, disfrazando la verdad”.

Volviendo al tema, cometemos mil errores pero no veo que los compartamos con la misma facilidad que una foto bonita, ya sea falsa o no, o una queja popular ya sea acertada o no.

Hay un capítulo en la 3ª temporada de Black Mirror (os confieso que me encanta perderme en NETFLIX) llamado ”Caída en picado”, que me hizo cuestionar un montón de incógnitas. Trata de una sociedad, en la que los ciudadanos dependen de las valoraciones ajenas que reciban en las redes sociales mediante una aplicación móvil . Así que todos los vecinos sonríen con el fin de conseguir una nota máxima y aspirar a un barrio mejor, a un grupo de amistades más selecto o incluso a un ascenso en el trabajo.

No creo que haya tanta distancia en el tiempo entre la realidad y la ficción, ¿no creéis?

Lo que tengo claro, es que sigo disfrutando de mis malos días, de una buena discusión y de un buen “día de mierda”.